Fundadora
Mary Ward (Mulwith,1585- York,1645) fue una religiosa católica de origen inglés que luchó por la educación de las niñas y tuvo una visión innovadora para las religiosas: una propuesta de vida activa fuera de la clausura de los conventos, algo impensable para la época. Mary Ward es la fundadora de dos congregaciones: el Instituto de la Bienaventurada Virgen María y la Congregatio Jesu. En la actualidad trabajamos juntas en muchos espacios, como la Red IBVM-CJ en Naciones Unidas o la Oficina conjunta de JPIC en Roma.
Nacida en Inglaterra en 1585, una época de persecución a los católicos por parte de la Iglesia anglicana, se negó a la boda que las costumbres de la época le deparaban y decidió seguir el camino de la vida religiosa, lo que suponía abandonar su país.
Así lo hizo y con tan solo 24 años marchó a Francia, donde entró a formar parte de la orden de las clarisas. Sin embargo, algo en su interior le decía que estaba llamada a «algo distinto», por lo que terminó por abandonar la orden.
Al poco tiempo, junto a otras compañeras, fundó en St. Omer un colegio dedicado a la educación de las niñas, pero el papel que ella proclamaba para las mujeres en la sociedad no fue aceptado ni comprendido. En 1611, comprendió que debía «tomar las mismas constituciones de la Compañía de Jesús», tal y como recoge en sus escritos, proponiendo un apostolado sin clausura y sin coro, al igual que los jesuitas.
Entre sus cartas, también dejó escrito: «No existe tal diferencia entre hombre y mujer (…) Hasta ahora, los hombres nos han dicho lo que nosotras debíamos creer. Es verdad que nosotras debemos creer lo que nos dicen; pero permítasenos no ser tontas, y saber lo que nosotras debemos creer, sin aceptar bobamente que las mujeres no podemos llevar a cabo nada grande. Más todavía. Yo espero en Dios que en el futuro se han de ver mujeres realizando grandes cosas».
Para que sus explicaciones fueran escuchadas, con 36 años viajó a pie desde Bruselas a Roma, un viaje de tres meses repleto de dificultades, con la firme intención de hablar con la máxima representación de la Iglesia católica. Los papas Paulo V y Gregorio XV apoyaron su visión, pero su sucesor, Urbano VIII, delegó el asunto en los cardenales, que se mostraron en contra y acabaron logrando que el Papa cerrase todos sus colegios y disolviese las comunidades. El 13 de enero de 1631, Urbano VIII firmó la bula de supresión Pastoralis Romani Pontificis, un escrito durísimo por el que se dictaba la supresión del Instituto. Unas 300 religiosas fueron envidas a sus casas y Mary Ward encarcelada por «hereje, cismática y rebelde a la Iglesia», durante dos meses en 1631. A su salida, el pontífice permitió a Mary y su grupo vivir en comunidad en Roma con votos privados, aunque no reconocidas como religiosas. En 1639, Mary Ward, debilitada física y anímicamente, decidió volver Inglaterra, donde fallecería el 30 de enero de 1645, a los 60 años.
Murió en la pobreza y con un aparente fracaso de su obra, pero con la serenidad de haber hecho las cosas tal y como las sentía. Sin embargo, su obra ni mucho menos desapareció. Sus seguidoras continuaron trabajando por todo el mundo y en la actualidad están presentes en los cinco continentes y siguen viviendo según su visión. Hoy, su legado está presente en 41 países, a través de colegios que se dedican a la formación de niños y niñas y proyectos que trabajan por la justicia social en asuntos como la lucha contra la trata de personas, el apoyo a las poblaciones excluidas y el fomento de los derechos humanos, entre otros. Es la puesta en práctica de su visión de la vida y el mundo, que dejó por escrito en numerosas cartas y diarios. Una visión en la que destacan las tres máximas que quería para la vida: Libertad, Justicia y Verdad.
La rehabilitación no llegaría hasta la segunda mitad del siglo XIX: en 1877 el Instituto fue de nuevo aprobado y en 1909 se permitió a Mary Ward recibir el nombre de fundadora. Además, el 19 de diciembre de 2009, Benedicto XVI promulgó oficialmente el Decreto que reconoce la ‘virtud heroica’ demostrada por Mary Ward y le confirió el título de ‘Venerable’.

descubre la app 'peregrinaje con mary ward'
Ya está disponible la aplicación sobre Mary Ward en la que el IBVM y la Congregatio Jesu han trabajado conjuntamente en los últimos meses. Una herramienta que nos permitirá visitar (o revisitar) los destinos clave de la Peregrinación de Mary Ward por Europa. Para quienes habéis tenido la oportunidad de vivirlos en persona, será sin duda una forma de rememorar vuestros viajes; para quienes aún no los conocéis, puede ser un gran recurso para acercarse a ellos desde casa.
Os invitamos a descubrir esta aplicación que nos presenta la historia de Mary Ward y conduce al peregrino o peregrina a ocho destinos y más de sesenta lugares desde York a Lieja pasando por Augsburgo y muchos otros, hasta llegar finalmente a Roma. Cada sitio incluye una descripción, fotos y enlaces a mapas y lugares que se pueden visitar. Además, ofrece materiales de reflexión que animan a detenerse, escuchar música y conectarse con su propia historia, tal como hizo Mary Ward. También incluye la serie de La Vida en Pinturas y una cronología de los momentos importantes en la vida de nuestra fundadora. Puedes ver más información aquí o descargarla directamente en tu móvil.
Su vida en pinturas
‘La Vida de Mary Ward en Pinturas’ consta de 50 cuadros que muestran su camino espiritual. Están expuestos en el ‘Mary Ward Hall’ en Augsburg en Alemania. Es muy probable que fueran pintadas por varios artistas en alguna parte de Flandes y El Tirol durante la segunda mitad del siglo XVII. Existe una evidencia escrita que las ubica en Munich entre 1680 y 1717, pero no se sabe cómo llegaron a Augsburg.
01
La primera palabra que la pequeña María pronunció fue Jesús. Después de ésta, no volvió a articular ninguna otra durante meses.
02
Cuando María tenía diez años, sus padres le insistían en que se desposara con un joven de nombre Redshaw, reconocido por su riqueza y su alta alcurnia. María, sin embargo, pidió con gran fervor al Señor que impidiera este matrimonio a no ser que fuese para honrarle o para el bien de su alma. Así acaeció.
03
A los diez años, María tuvo una caída muy peligrosa que le provocó la pérdida del habla. Entonces reflexionó: “Ay, si sólo pudiera pronunciar el preciosísimo nombre de Jesús, moriría contenta”. Al pronunciarlo, recobró la salud y sintió tanto amor por Dios, que en toda su vida no olvidó esta gracia que le fue concedida.
04
En 1595, cuando María aún no tenía once años, se originó un incendio en la casa de Old Mulwith; era la fiesta de la Anunciación de la Virgen. María permaneció valientemente en un cuarto, rezando el rosario con sus hermanitas, hasta que vino su padre y las salvó.
05
Antes de cumplir los doce años, María fue nuevamente instada por sus padres a unirse en matrimonio con un joven de muy buena reputación, llamado Shafto. Rechazó esta proposición con gran valor y celo, considerando sólo a Dios digno de su amor.
06
Al cumplir los trece años, se le presentó el “maligno”, montando a caballo y bajo la figura del camarero de su padre, cuyo nombre era Francisco Charles. Éste le leyó una carta, en la que le comunicaban –falsamente– que su padre le ordenaba posponer su Primera Comunión hasta recibir nuevas órdenes.
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A los trece años, después de haber superado muchos obstáculos, María se preparó con gran devoción y celo para recibir la Primera Comunión, de la que obtuvo una gran iluminación y conocimiento de Dios.
08
A sus trece años y ante el peligro y la amenaza de la guerra, vivió en la casa de su tía. Allí recibió varias proposiciones matrimoniales de un caballero llamado Eldrington, que se distinguía por su noble alcurnia y otras cualidades. Mas, siendo su corazón preso del amor de Dios, no admitió ningún amor humano. Se afligió tanto por causa de todo esto, que enfermó gravemente, por lo que su padre decidió llevársela de vuelta a casa.
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Cuando María tenía quince años, se hallaba un día cosiendo con su prima Bárbara Babthorpe y escuchó lo que narraba sobre una monja de clausura, una señora temerosa de Dios, cuyo nombre era Margarita Garrett. Dicha religiosa había protagonizado un escándalo y había sido castigada muy severamente por ello. A través de este relato, María recibió de Dios tanto conocimiento sobre la excelencia de la vida religiosa que decidió abrazar este estado de perfección.
10
A los dieciséis años, leyendo las biografías de los mártires, María fue cautivada por un deseo ardiente hacia el martirio. Pensaba que nada que no fuese un martirio real, podría calmar su anhelo. Hasta que el Salvador le dio a entender interiormente, con toda claridad, que Él no le pedía el martirio del cuerpo, sino el del espíritu.
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Cuando María empezó a creer que su deseo por el martirio había disminuido, temió que ello fuera por su falta de correspondencia. Por este motivo se dedicó a la oración. Mediante una visión interior, Dios le mostró que el martirio –que Él le pedía-, consistía en la perfecta observancia de los tres consejos evangélicos de la vida religiosa.
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A sus veinte años, todos sus amigos, religiosos y seglares, procuraban disuadirla de que se hiciera religiosa. Por este motivo, se dedicó, casi día y noche, a la oración y a la penitencia; implorando a Dios que su santa voluntad se cumpliera en ella. Finalmente, entendió las palabras de Cristo: “Buscad primero el Reino de Dios”. Estaba segura de que Dios le asistía y recibió tanta luz, que le infundió ánimo (no sólo entonces, sino también en muchas otras ocasiones).
13
En 1606, cuando María tenía 21 años, fue casi obligada por sus padres y por su confesor a contraer matrimonio con un noble joven, llamado Neville y único heredero del Condado de Westmoreland. Dios permitió esta situación para probar su fidelidad. Pero María siguió heroicamente la llamada del Señor y no hizo caso de la persuasión de los hombres.
14
En 1606, cuando el confesor de María celebraba una misa en Londres, volcó el cáliz por intervención divina. Este percance provocó un cambio tan grande en su mente que después de la celebración, cuando María le alcanzó respetuosamente la toalla para que se secara las manos, le dijo llorando: “Nunca más impediré sus opciones religiosas, es más, me empeñaré en ayudarle con todas mis fuerzas”. Y eso es lo que sucedió.
15
Cuando María había cumplido los 21 años, en 1606 y después de la fiesta de Pentecostés, se embarcó hacia Saint-Omer, con el permiso de su confesor y el consentimiento de sus padres. La acompañó una dama llamada Bentley. María estaba llena de gozo. En Saint-Omer quería abrazar la vida religiosa que había anhelado desde hacía tanto tiempo.
16
En 1609, a los 24 años, María hizo el voto de volver a Inglaterra. Hizo este voto con la aprobación de su confesor, al que había prometido obediencia en todos los temas espirituales. En Inglaterra pensaba dedicarse, de acuerdo con su rango, a la salvación de sus prójimos; cosa que realizó con gran éxito.
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En Coldham Hall, Inglaterra, María convirtió a una dama acomodada que había caído por completo en la herejía. Hombres letrados y sabios ya habían intentado en vano su conversión. María puso sus manos sobre ella y le habló amigablemente. Después de esto, la dama exclamó: “Quiero hacerme católica, confesar mis pecados y hacer lo necesario para mi entera conversión”. Así lo hizo, con gran fervor, justo antes de su muerte.
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Muy animada y con el deseo ardiente de atraer a su tía, la señorita Gray, a la religión católica, María cambió su indumentaria de noble aristócrata por un vestido de sirvienta. Su objetivo era poder hablar en Londres con su tía, sin ser reconocida y con mayor libertad, en una casa que habían fijado para ello.
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Mediante su asidua oración y sus elocuentes palabras, María consiguió –y con el fruto deseado– que su tía la señorita Gray se pusiese en contacto con un sacerdote de la Compañía de Jesús. Así logró que una hereje empedernida se convirtiera a la única fe salvadora y recibiese con devoción el Santo Viático en su lecho de muerte.
20
En Londres, un noble caballero envió a María, por medio de sus lacayos, una obra maestra de repostería. Ella, no sin motivos y temiendo que en ello podría haber algún ardid del “maligno”, se encerró en su habitación y pasó la noche en oración y penitencia.
21
En 1609 en Londres, María acababa de terminar su meditación, que creía no haber hecho con suficiente fervor. Para remediar su falta, se propuso, mientras se vestía para salir, dar la dote necesaria a una persona noble a la que le hubiera gustado entrar en una Orden religiosa, pero no tenía los medios para hacerlo. En aquel momento, le sobrevino un éxtasis y quedó privada del uso de todos sus sentidos y movimientos. Entendió, con total claridad, que no era la voluntad de Dios que ingresara en la Orden de Santa Teresa, sino que estaba llamada a un estado de mayor excelencia, que daría a Dios una gloria incomparablemente mayor. En su oído resonaba sin parar la palabra: “¡Gloria!”.
22
En el mismo año 1609, con su ejemplo y palabra, María conquistó para el Divino Esposo algunas jóvenes pertenecientes a la nobleza. Éstas, para librarse de los engaños de lo mundano, fueron con ella a Saint-Omer donde, bajo su dirección, querían servir a Dios en la vida religiosa.
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Una vez en Saint-Omer, María se afligía pensando que su afecto hacia su confesor era demasiado grande. Postrada en tierra y en actitud de oración, decidió renunciar a su confesor y a todo lo que, en lo más mínimo, pudiese disminuir la perfección del amor divino. Entonces Cristo se le apareció y le dijo: “Necia, no tú, sino yo lo he elegido para ti”. Con estas palabras quedó reconfortada y libre de su preocupación.
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En 1611, algo recuperada de una gravísima enfermedad y estando sola postrada en una cama, con una extraordinaria tranquilidad de espíritu, María oyó con total claridad una voz interior que le revelaba qué forma debía dar a su Instituto. Esta vivencia le iluminó, le consoló y le dio tanta fuerza que le fue imposible dudar que este conocimiento provenía de una fuerza divina, que no le podía engañar.
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En la fiesta de Todos los Santos de 1615 en Saint-Omer, Dios mostró a María un alma justa con una belleza inefable, en la que todas las virtudes parecían formar una cadena. Mediante esta visión María no sólo fue desapegada de toda atadura terrenal, sino que también obtuvo la verdadera libertad de espíritu, la “indiferencia”, la sabiduría celestial y la aptitud para todo lo que exigía la perfección del Instituto.
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En la fiesta de Santiago Apóstol de 1618, María atravesaba el mar. Invocando ella el auxilio de este santo, su especial patrono, con la admiración de todos, se calmó el peligroso motín que había estallado en la nave. María confesó luego que jamás le había sido negada una gracia, pedida a Dios por intercesión de “este príncipe del cielo”.
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En Londres, mientras María meditaba sobre las palabras: “Le pondrás por nombre Jesús”, Dios le mostró un alma justa, dotada de gran gloria. Le dio a entender con gran claridad que todas aquellas que, según su vocación, viven en este Instituto alcanzarán esta tan indescriptible belleza del alma, porque este estado viene dado por la justicia original y la hace semejante a Cristo el Señor, modelo perfecto de todas las virtudes.
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En 1618, cuando María lloraba con muchas lágrimas por sus pecados, Dios le dio a entender con claridad que debía satisfacerlos en esta vida. Ella, que lo sentía muy de cerca, le pidió insistentemente que le mostrara en qué forma había de hacerlo. En seguida percibió interiormente que debía soportar con alegría todas las penurias que le sobrevendrían por el cumplimiento de su santísima voluntad.
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Una vez María se hallaba rezando insistentemente por un sacerdote -al que había convertido de su mala vida-, temiendo que pudiera encontrarse en ocasión próxima de pecado. Entonces Dios le mostró, de forma visible, su ángel de la Guarda en la cabecera de su cama, extendiendo amorosamente los brazos sobre él, como queriendo protegerlo de todo peligro. Le dijo: “¿No ves, cuán fielmente lo cuido?”.
30
En 1619 en Saint-Omer, mientras María agradecía fervorosamente a Dios la gracia de su vocación, Dios le mostró claramente que ayudar a la salvación de las almas era un don mucho más excelente que la vida de clausura y aún que el propio martirio.
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En 1619, cuando María meditaba sobre la vocación de los Apóstoles, entendió que éstos no le tenían ningún tipo de apego a las cosas mundanas, sino que estaban a entera disposición de su Divino Maestro. Este conocimiento hizo brotar en ella un nuevo deseo de abnegarse a sí misma. De repente se sintió enteramente libre frente a todo lo terreno, muerta al mundo y a todas las criaturas.
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En 1619 María se hallaba descontenta consigo misma, pues vivía sin sufrimientos ni adversidades. Creía que, con estos, su alma se haría más pura y sus obras más agradables a Dios. Mientras exponía sus pensamientos ante el Santísimo, Dios le dio a entender, con total claridad, que este descontento no le agradaba porque bajo este anhelo de sufrimiento se escondía su propia voluntad (de la que quería verla despojada por completo). Por este motivo, María quiso darse enteramente a Él, recibir de su mano todo, sin escoger nada.
33
En 1619 en Lieja, mientras María realizaba su meditación, Dios le mostró claramente el gran número de condenados y la reducida cantidad de los que se salvaban. Le dio a entender que la causa de su condena era la falta de correspondencia con la gracia de Dios, mediante la que podrían haber alcanzado la eterna beatitud; pues es solamente el libre albedrío del hombre, el que enciende las llamas del infierno.
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El 10 de octubre de 1619 María estaba haciendo un retiro espiritual. Durante la meditación, con profunda humildad y con gran confianza, preguntó a Dios quién era Él. Entonces lo vio claramente entrar en su corazón y obtuvo aquel conocimiento que había pedido.
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En el año 1619 en Lieja, concretamente en la iglesia de San Martín, delante del crucifijo que se hallaba junto al coro, Dios mostró a María que, aunque su Instituto no debía estar enteramente sometido a la Compañía de Jesús, sí que debía ser dirigido por dicha Compañía, para conservar el verdadero espíritu y no apartarse en manera alguna de éste.
36
En 1624 María obtuvo para su Eminencia, el cardenal de Trescio, el pronto restablecimiento de una fiebre maligna. Este favor fue agradecido mediante una peregrinación a la Virgen milagrosa del Monte Giovino, donde permaneció durante cinco horas.
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En un viaje en 1625 y mientras María rezaba, Dios le hizo ver la excelencia del estado religioso. Entendió que la fuerza de éste no consiste en el poder temporal sino sólo en Dios; ante cuya grandeza vio desvanecerse todo poder de las criaturas y deshacerse en un solo instante.
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En la fiesta de San Pedro ad Víncola, 1625 en Roma, y mientras María encomendaba su Instituto con insistencia a Dios, comprendió que la prosperidad, el progreso y la seguridad de éste no consistían en la riqueza, en la fama o en el favor de los príncipes; sino en el libre acceso de todos sus miembros a Dios, de quien tiene que venir toda la fuerza, la luz y la protección.
39
En 1625, en la iglesia de San Jerónimo de la Caridad en Roma, María se hallaba sumida en una profunda oración ante el Señor oculto en el Santísimo Sacramento. Pidió humildemente a Dios que le diera a conocer, que le revelara la manera más provechosa de sobrellevar los sufrimientos. Entonces percibió con total nitidez que a Él le proporcionaría un mayor agrado si aceptaba el dolor con gusto.
40
Cuando el 11 de abril de 1625, María oraba de rodillas en la iglesia de Santa María del Huerto en Trastevere, Roma, comprendió que ella no era nada y que Dios lo era todo. Entonces se vio sumergida en el amor divino y privada totalmente de sus sentidos. Halló el descanso en Dios y debido al resplandor de los rayos que emanaban del Santísimo y caían sobre su rostro, quedó durante algún tiempo privada del don de la vista.
41
El 26 de junio de 1625, en la iglesia de San Eligio en Roma, hallándose delante del Santísimo, María recibió de Dios una luz tan grande que la guio e iluminó sobre el perdón hacia sus enemigos. Desde ese momento, sintió un amor tierno hacia ellos y los solía llamar “amigos y amantes de celestial recompensa”.
42
Cuando en el año 1626, María rezaba por el Instituto en la iglesia de San Marcos en Roma, Dios le hizo oír interiormente las palabras de Cristo: “¿Podéis beber el cáliz que yo bebo?” y le manifestó cuántas adversidades, persecuciones y trabajos tendría que soportar por el cumplimiento de su santísima voluntad. María se ofreció a aceptarlo con alegría.
43
En la víspera de la Navidad de 1626, María llegó a Feldkirch en Tirol. A pesar del intenso frío y del cansancio del viaje, permaneció en la iglesia parroquial, absorta en una profunda oración desde las ocho de la noche hasta las tres de la madrugada.
44
Mientras María, el día de Navidad de 1626, asistía a la Misa Mayor en la iglesia de los Padres Capuchinos de Feldkirch y suplicaba ardientemente al Niño Dios por el rey de Inglaterra. Dios le mostró el inmenso y tierno amor con que lo abrazaba y cómo deseaba hacerle heredero de su gloria. A pesar de ello, este amor no era correspondido por el rey.
45
Cuando en 1626/1627 María viajó por primera vez a Munich, al llegar a Isarberg predijo a sus acompañantes que, según Dios le había revelado, el Príncipe Elector les iba a proporcionar, en la ciudad de su residencia, una casa confortable y un subsidio anual. Esto aconteció poco tiempo después de su llegada.
46
En 1626 cuando una de las suyas pensaba abandonar su vocación, María, llena de tristeza, buscó refugio en la oración para encomendar el Instituto a Dios y a su bendita Madre. Entonces Dios le reveló con claridad cuándo el Instituto iba a ser aprobado y también que esto ocurriría cuando menos lo esperara.
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Una vez se hallaba María afligida por la falta de dinero y le pidió al Señor una determinada suma. Él le preguntó, interiormente y con toda claridad: “¿Te vale más esta suma que mi Providencia?”. Desde ese momento María entendió que no debía tener en cuenta las riquezas terrenales y, por el contrario, debía considerar la Divina Providencia como su único bien más preciado.
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Al visitar una de sus casas, el Señor hizo conocer a María que una novicia tenía fuertes tentaciones en su vocación, pues todo le parecía difícil y duro. María la consoló diciéndole amablemente: “Hija mía, la virtud es difícil sólo para aquellos que así lo consideran. Nuestro camino hacia el Cielo consiste en aceptarlo todo de la mano de Dios y hacerlo todo por Él”. Con estas palabras la novicia quedó completamente tranquila y libre de toda tentación.
49
En Saint-Omer, Dios mostró a María un personaje distinguido y desconocido para ella, que vestía una vestidura episcopal. Le dio a entender que este personaje, aunque extraño, era un amigo del Instituto.
Proceso de Beatificación

La Iglesia proclamó a Mary Ward «Venerable» en 2006. Fue reconocida como una mujer profética de «indudable virtud heroica» cuatro siglos después de que su Instituto fuera suprimido y ella encarcelada. En 2015, el Papa Francisco viajó a Cuba donde le presentaron, a través de un niño pequeño, una carta pidiendo la beatificación de Mary Ward. Dicen que el Papa respondió al niño: «Yo quiero que Mary Ward sea beatificada y Dios quiere que Mary Ward sea beatificada».
Poco después, las hermanas de Mary Ward, IBVM y CJ, que trabajan en más de 45 países de todo el mundo, decidieron nombrar una postuladora y una vice-postuladora para la causa de Mary Ward, sintiendo que «la puerta está abierta para nosotras y el tiempo es ahora». La postuladora es Elena Gatica Romero, CJ de Chile, residente en Roma; y la vice-postuladora, que trabajaría a tiempo completo por la causa, es Elizabeth Cotter, Ibvm de Irlanda. Así surgió la Oficina para la Causa de Mary Ward, sita en la Casa Internacional Loreto, en el nº 25 de Rathfarnham Wood, de Dublín.
El trabajo de la oficina consiste en demostrar la devoción generalizada a Mary Ward y dar testimonio de las «gracias extraordinarias» recibidas por su intercesión. Una de las acciones de esta oficina ha sido instaurar el día 23 de cada mes, conmemorando el nacimiento de Mary Ward el 23 de enero de 1585, como ‘Día de la causa por la Beatificación de Mary Ward’. Toda la extensa familia de Mary Ward puede aportar su granito de arena a esta causa por la beatificación de nuestra fundadora y así lo han hecho, por ejemplo, desde la Asociación de Antiguas y Antiguos Alumnos de Sevilla, que han creado estas imágenes para dar a conocer algunas frases de Mary Ward.