El pasado día 21 de febrero de 2923, Cecilia O’Dwyer y Blanca Bergareche, del IBVM, visitaron uno de los enclaves e los que trabaja la organización Reforesta, con la que el IBVM colaboró el año pasado realizando una aportación económica para su importante actividad.

Hablamos con Miguel Ángel Ortega, fundador de la organización, que nos enseñó el lugar donde se plantaron los arbustos y plantas que financió el IBVM. Pasamos un rato estupendo, paseando y con una conversación de lo más inspiradora.

Reforesta hoy es gestionada por 4 personas más, además de Miguel Ángel, aunque en las temporadas de plantación pueden llegar a estar trabajando simultáneamente hasta 18 personas en cuadrillas, eso sin contar con unas 20 / 25 personas voluntarias, de las que tienen hasta una lista de espera de mucha gente.

La finca, en la que actúa Reforesta desde el año 2022, está en el término municipal de Meco, Madrid. La organización de Miguel Ángel firmó un convenio con el ayuntamiento por 6 años, renovable, pero a veces no hace falta renovarlo, ya que “6 años es un periodo suficiente para cumplir el ciclo de intervención” de Reforesta, con sus plantaciones y mantenimiento para que las especies se adapten y se mantengan por sí mismas en el entorno en que han sido plantadas.

El lugar son 8 hectáreas de un terreno que era un antiguo vertedero de la localidad y fue tapado hace 30 años. El tipo de residuos que había en el vertedero eran residuos domésticos y de construcciones. El problema que queda de este tipo de puntos de desechos es el de los lixiviados (el líquido generado por la percolación del agua de lluvia sobre los residuos del vertedero, que puedo contaminar el suelo o las fuentes de agua de las capas inferiores o cercanas). En España, antes de existir los vertederos controlados, los vertederos eran los lugares donde cada población depositaba sus residuos y desechos sin ningún tipo de tratamiento ni separación. De momento los pinos más grandes del lugar han crecido, así que puede que en este lugar concretamente el problema de los lixiviados no sea de gran calado.

Pasamos por la zona donde se están llevando a cabo nuevas plantaciones y llegamos a la zona donde se plantó el año pasado. El terreno está lleno de unos tallos secos, son cardos, Miguel Ángel nos explica que es una especie invasora, aunque no sea de origen extranjero, sino que viene de Levante, la olivarda. Esta planta mantiene las raíces y en primavera vuelve a brotar. Se ha extendido mucho por todo Madrid. Esta especie produce un fenómeno que se llama aleopatía, porque segrega unos compuestos bioquímicos que dificultan el crecimiento a su alrededor de otras especies.

A los árboles plantados, además de una malla protectora a su alrededor, le ponen un acolchado, ahora todo el mundo lo llama mulching, “en espanglish, que es lo que hablamos aquí” bromea Miguel Ángel mirando a Cecilia. El mulching es ese manto de madera triturada y piedras que se le pone alrededor a los árboles pequeños para proteger al suelo de la desecación y las heladas y para aportar material orgánico.

Estos árboles se riegan cuando se plantan al comienzo de la primavera y si todo va bien, hasta verano no hay que volver a regarlos. “Si haces un plan de riego intenso, lo que haces es tener un jardín, pero Reforesta no busca plantar un jardín, sino una vegetación que se mantenga por sí misma, que sea autóctona y adaptada al clima”, pero como el clima está cambiando tanto, a las plantas cada vez les cuesta más arraigar, “por eso reforestar hoy implica un coste y un esfuerzo mayor que hace 40 o 50 años”, explica. El cambio climático está aridificando el país y eso es una pescadilla que se muerde la cola, porque para evitar la desertificación convendría aumentar la cobertura vegetal del país, pero a su vez hacer esto cada vez es más difícil porque cada vez hay más sequedad.

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