Hace ya diez años que, cada 8 de febrero, se celebra en la Iglesia la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata. El día en que también se hace memoria de Santa Josefina Bakhita. Ella es referente y protectora en esta misión compartida por muchas congregaciones y laicos comprometidos.
En la Archidiócesis de Madrid, el IBVM participa activamente en la Comisión Diocesana contra la Trata, que intenta visibilizar esta dolorosa situación que sufren miles de personas en todo el mundo, y a la vez concienciar sobre sus causas para prevenir que haya más víctimas de las redes de tráfico y explotación.
Con el lema de la Jornada Mundial de este año, “Caminando por la dignidad: escuchar, soñar, actuar”, la Comisión organizó una Vigilia de oración que tuvo lugar en la parroquia de Ntra Sra de Guadalupe, en Madrid.
José Luis Segovia, Vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, saludó a la asamblea reunida, habló con determinación del comercio de personas como una aberración indigna de la condición humana y señaló entre las causas profundas de la trata, otras llagas sociales como la desigualdad, la exclusión social y la extremada vulnerabilidad en la que viven muchas personas, sobre todo mujeres y niñas en muchas partes del planeta.
Asimismo, recordó que, aunque en nuestra sociedad se han dado avances hacia una mayor conciencia sobre este drama humano, todavía queda mucho por hacer; y señaló entre otras la necesidad de que las leyes de extranjería europeas, pensadas para defender fronteras, incidan también en la protección de las personas que se ven forzadas a migrar, posibilitando un flujo legal y seguro que ayudaría en gran medida a combatir el crimen organizado de las redes de trata. Por otro lado, reafirmó la necesidad de inyectar en nuestra sociedad principios morales innegociables y agradeció la labor de religiosas y voluntarias que apoyan humana y espiritualmente a las víctimas de la esclavitud del siglo XXI.
La oración, que integraba diferentes elementos de la Naturaleza en ese camino hacia la dignidad, fue presentando a través de los símbolos del fuego, la tierra, el agua, el viento y el metal, datos y reflexiones sobre la realidad de la trata de seres humanos. Las lecturas de la Palabra y los cantos nos fueron proporcionando fuerza y aliento para escuchar el clamor de los que sufren; para comprometernos y actuar por la restauración de la justicia y la paz.
Fue un momento para reconectar con el sueño de Dios para toda la humanidad, que nos habla a lo profundo de nuestro corazón, alentándonos a transformar nuestra sociedad y nuestra Iglesia, a colaborar en la construcción de una casa común donde la dignidad de todos y todas sea respetada.
Finalizamos la Vigilia con una mirada más profunda al rostro humano de la trata y con una esperanza ahondada. Dios está cerca de los que sufren. Dios está presente en el clamor de la Tierra. En esa realidad que nos duele germina una nueva Vida. “¿No lo veis? Está brotando.”