
Dentro de unos días, del 27 de junio al 3 de julio, una pequeña delegación del IBVM estaremos en Sevilla participando en la 4ª Conferencia de Financiación para el Desarrollo de la ONU.
Junto a otras organizaciones de la Iglesia y de la sociedad civil, llevamos meses siguiendo las negociaciones previas que mantienen los gobiernos de los Estados miembros para intentar llegar a un acuerdo sobre cómo transformar el sistema económico mundial para garantizar que todos los países cuenten con recursos para invertir en derechos humanos, justicia social, transición ecológica y bienestar humano. Un gran reto, que no va a ser fácil.
Nuestro papel, como una más de las organizaciones que participamos, es hacer oír nuestra preocupación y prioridad: poner a las personas y al planeta en el centro de las decisiones políticas y económicas. A través de espacios de reflexión y diálogo, como nuestra mesa redonda, queremos hacer llegar las cuestiones más relevantes que abordará la Conferencia. También estaremos presentes en otros eventos organizados en coordinación con el Arzobispado de Sevilla, la Conferencia Episcopal Española, Enlázate por la Justicia, Cáritas, CONFER, etc. como la Vigilia en la Catedral o la Gran Marcha de la Sociedad Civil.

¿Quién paga el desarrollo? Claves de una conferencia que puede cambiar el rumbo
La Conferencia de Sevilla sobre Financiación para el Desarrollo llega en un momento crucial. Pocas veces en la historia reciente se han concentrado tantos desafíos: crisis climática, desigualdades crecientes, guerras, retrocesos democráticos… y sin embargo, también es un momento lleno de oportunidades. Esta conferencia, la cuarta tras Monterrey (2002), Doha (2008) y Adís Abeba (2015), tiene el potencial de reorientar el rumbo del sistema financiero global hacia un modelo más justo, inclusivo y sostenible.
¿De qué desarrollo estamos hablando?
En 2015, los países del mundo firmaron un compromiso sin precedentes: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Son 17 metas para erradicar la pobreza, garantizar salud, educación, igualdad, paz y proteger el planeta. No se trata solo de grandes palabras: los ODS deben guiar los presupuestos nacionales, las políticas públicas y la cooperación internacional. Porque el desarrollo no es un lujo; es una necesidad. Sin desarrollo, no hay justicia ni paz posibles.
Pero alcanzar los ODS requiere recursos y el panorama actual, cuando apenas quedan cinco años para 2030, no es alentador: solo el 17% de las metas están en camino de conseguirse.
¿Qué está fallando?
Se estima que el déficit anual de financiación para alcanzar los ODS es de 4 billones de dólares. Y, paradójicamente, ese dinero existe. El mundo no carece de recursos, pero sí de voluntad política, de reglas justas y de una economía que priorice a las personas por encima del beneficio.
El dinero no está llegando donde más se necesita. Mientras 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en pagar su deuda que en salud o educación, los intereses de esa deuda alcanzan cifras récord. Solo en 2023, los países más empobrecidos pagaron 1,4 billones de dólares en deuda, el doble que hace una década. Esto asfixia cualquier intento de avanzar hacia el desarrollo.
Las decisiones se toman en espacios donde el Sur Global apenas tiene voz. Y las reglas del juego —en fiscalidad, comercio, inversión o deuda— siguen protegiendo intereses privados y cortoplacistas, sin poner a las personas ni al planeta en el centro.
¿Y qué se decide en Sevilla?
Sevilla es una oportunidad para corregir el rumbo. Para que los Estados se comprometan a financiar un desarrollo justo y sostenible. La propuesta es clara:
- Reformar el sistema financiero internacional: hacerlo más democrático, con representación equitativa del Sur Global, y que priorice los derechos humanos y el planeta.
- Cerrar el déficit de financiación: hoy faltan 4 billones de dólares al año para lograr los ODS. Parece mucho, pero es solo el 4% de la riqueza mundial. Es viable.
- Crear una Convención de la ONU sobre Fiscalidad Internacional: para frenar la evasión fiscal y asegurar que las grandes fortunas y empresas contribuyan al desarrollo.
- Garantizar una deuda justa: que no condene a generaciones enteras a la pobreza. Se plantea reestructurar o cancelar deudas injustas y crear un sistema global para negociar con equidad.
- Aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD): solo cinco países cumplen con el compromiso del 0,7% del PIB. España apenas aporta el 0,24%. Además, muchas ayudas se recortan o se usan para otros fines, como seguridad o control migratorio. La ayuda no es caridad: es justicia.
¿Qué puede salir de Sevilla?
Ojalá salga más que un documento. Ojalá salga una verdadera voluntad de construir un sistema más justo, democrático e inclusivo. Ojalá las voces del Sur Global, de la juventud, de las mujeres, de los pueblos indígenas, de las comunidades empobrecidas, no solo sean escuchadas, sino tomadas en serio.
Y ojalá que Sevilla sea recordada no solo como una ciudad hermosa, sino como el lugar donde empezó un cambio profundo en cómo financiamos la justicia, la paz y la sostenibilidad. Porque aún estamos a tiempo. Pero no sobra ni un segundo.


