“Todo principio no es más que una continuación” se condice perfectamente con aquello de Mary Ward “Todo comienza por el deseo” y “Nada sucede por azar”. Nuestra vida es esto: solo animarnos a comenzar y lo demás se va dando. Mary Ward se animó y tuvo el coraje, la “parresia” la cual nos detalla el Papa Francisco en G.E.; y sólo tienen verdadero coraje los que en Dios se confían y dejan aflorar los dones que Él les regalo para ponerlos al servicio. A nuestra Mary tampoco le faltó el sentido del humor, fiel hija del mártir inglés de su tiempo Tomas Moro gozaba de esta madurez propia de los santos y de gran libertad: Una vez que el arzobispo de Canterbury quería conocerla y había dicho de ella que era “peor que seis jesuitas juntos”; ella fue a visitarlo y como no lo encontró dejó escrito su nombre en el vidrio para que se anoticiara que ella estuvo allí para evacuar sus dudas y curiosidad. Esta mujer al igual que Wislawa, al final de su vida terminó con un poema: “¿Por qué están tristes? Vamos a cantar y alabar a Dios” “Que Jesús diga AMÉN”.

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