ES POSIBLE VIVIR TRANSFIGURADAS (Mt 17,1-9)

En la reflexión pondré el acento en cuatro aspectos de implicación para la oración personal y la vivencia comunitaria de la fe:

Apartarse para estar con Jesús. A Pedro, Santiago y Juan, Jesús los convocó subir a una ´montaña alta´ para estar a solas con Él. Dejarse convocar por Jesús es permitirle que entre a nuestra casa, que entre a mi vida como en su propia casa, cf.  Apocalipsis (3,20): » …si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…».  El camino por el que nos conduce el Señor puede ser de subida (ascenso) o de bajada (descenso), ya que la ruta de Dios es cruz y luz a la vez. Sólo así se fragua la rectitud de las intenciones, la transparencia del afecto y la autenticidad de los actos.

Abrirse a la gloria de Dios. Jesús en la montaña, (Mt 17,1-9), su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. Su luminosidad hace que los discípulos lo vean conversando con Moisés y Elías. Esta visión rebasa el imaginario que los discípulos puedan tener de Jesús. Aquí la Gloria de Dios se manifiesta como comunión, horizonte definitivo al que convoca Dios.

Escuchar a Dios. A los discípulos una nube los cubrió y escucharon: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo». La voz que se oye es la elección, la llamada. Pero ya no vieron a nadie más, sino a Jesús que estaba solo con ellos. Y es que Dios no se deja atrapar. Cuando Dios habla, solamente podemos ver a Jesús ´Palabra viva´. Si lo escuchamos, aprendemos de Él, forma y modo de llamar y de encontrarnos con las personas, con el mundo y con Dios.

Volver de la montaña a la cotidianidad. Al bajar de la montaña, Jesús pidió a sus amigos no contar lo vivido hasta después de su muerte. Y es que el encuentro con Dios no es para huir o apartarnos de la vida, sino para bajar y sumergirnos más en ella. Bajar de la montaña de Dios, es ponernos al servicio de los más vulnerables.

Que la experiencia de la Transfiguración del Señor nos ayude a ponernos en las manos de Dios, a encontrarnos con Jesús y escuchar su Palabra, para que transitemos del miedo a la calma, de la soledad a la compañía, del dominio a la libertad, del temor a la confianza. Porque la Transfiguración del Señor trae consigo una fuerza humana y espiritual que es más fuerte que la muerte y que nos lanza a las periferias existenciales y geográficas como discípulas misioneras en salida.

Eudosia Moncada CJ, Chile

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