TIEMPO DE PERDÓN Y CONVERSIÓN
La profecía de Joel (2,12-18):
AHORA —oráculo del Señor— convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo. ¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición y ofrenda para el Señor, vuestro Dios! Tocad la trompeta en Sion, proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a los muchachos y a los niños de pecho; salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu pueblo, Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos». ¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdonó a su pueblo.
[…] En este tiempo de conversión “debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar”. […] (LS 218)
También estamos invitados a una conversión, pero se trata de una conversión ecológica: “Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y lleno de ternura: en primer lugar implica gratitud y gratuidad, es decir, reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre… ; también implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal…; por último, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo… y un sentido de responsabilidad que brota de su fe. (LS 220)
Padre,
envíame tu Espíritu de amor y perdona mis faltas de amor, purifícame, sáname, restáurame, renuévame con tu amor de Padre; ayúdame a tener un corazón como el Tuyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar, arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de bondadoso.