«Os pido que estéis alegres…»
«Os pido que estéis alegres…» Mary Ward
Si cierro los ojos, si me detengo por un instante… siento que Dios está en la cotidianidad de mi vida. No me espera a una hora fija ni en un sitio concreto; sino que simplemente está en mí y en todo lo que me rodea haciéndose notar. Hay quien dice que en nuestro mundo no hay alegría. Si no la hubiera, nuestro planeta ya habría estallado o se habría resecado. Simplemente tenemos que poner en práctica un pequeño gesto: la SONRISA.
Nuestra compañera de camino ya nos lo anticipó: «Muéstrate siempre contento y alegre porque Dios ama al que da con alegría».
En medio de tanta desolación e incertidumbre, la alegría salía a nuestro encuentro desde los balcones, desde las ventanas; los vecinos rompíamos con la frialdad de nuestras relaciones de hola y adiós, regidas por un “sálvese quien pueda” y empezábamos a esbozar tímidas sonrisas, es más, empezábamos a dedicarnos tiempo. En aquellas semanas de confinamiento, me diste la oportunidad de recuperar el tiempo que había ido perdiendo – por la vorágine del día a día – de estar con mi abuelo. Sus ojos, ya cansados, recuperaron la luz, la alegría. Esos ojos que han conseguido sobrevolar, a sus 96 años, junto a tantos cisnes negros (la guerra civil, la posguerra, la dictadura, la emigración y ahora…) En su arrugada cara, una gran sonrisa.
Y me hago consciente de que, en cada sonrisa, en cada mirada iluminada, en esa alegría… Dios se hace presente porque «En momentos de prueba y de dificultad, la alegría es lo más parecido a la gracia».