MT 3,1-12 LA PRESENTACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA
Juan se inscribe en la tradición de los grandes profetas que predican el arrepentimiento y señalan la llegada del Mesías. La llamada del Bautista tiene una relevancia duradera: para nuestro mundo roto, tan necesitado de conversión, y para mí personalmente, que siempre y continuamente estoy llamada a volver de nuevo a Dios. Al hacerlo, me cuestiono radicalmente:
¿Reconozco las pistas proféticas en mi vida que me llaman a la transformación y me señalan al “Mayor”, a Cristo?
¿Me dejo conmover por las palabras «¡Conviértete!» que me arrancan de mi segura cotidianeidad y me llaman a medir radicalmente mi vida con el mensaje de Jesús y a cambiar, en consecuencia, en pasos pequeños y grandes?
¿Cuánto tengo en mí de la división interna de los fariseos, cuyas acciones no se corresponden con sus palabras?
Se trata de la nueva orientación radical, de la vuelta a Cristo que quiere transformarme. Cuando la transformación se produce a través del Espíritu, es posible un verdadero cambio de mentalidad, un cambio relevante que marca una diferencia y que puede seguir actuando a través de mí como levadura en el mundo.
Si rechazo la llamada a la conversión, la salvación no puede producirse ni en mí ni a través de mí; siguiendo con la imagen del árbol, no crece ningún fruto bueno, el árbol no tiene futuro – yo no tengo verdadero futuro.
En la medida en que me dejo afectar permanentemente por la llamada a la conversión, también me transformo en parte de la misión profética, no sólo soy la receptora del mensaje, sino que también me convierto en transmisora, me hago partícipe de la misión de Cristo. Me convierto en un «dedo» que señala a Cristo, una persona a través de la cual se puede experimentar a Cristo.
Dios, permíteme reconocer dónde debo convertirme hoy y ayúdame a dar los pasos concretos. Amén.
Veronica Fuhrmann CJ, Alemania