LA PECADORA Y “EL SIN PECADO”. DEFENSA DE LA MUJER ADÚLTERA
Jesús se retiró al monte de los Olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles.
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:
–Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?
Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:
–El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó:
–Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Contestó ella:
–Ninguno, Señor.
Jesús le dijo:
–Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar. (Jn. 8, 1-11)
“Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle” (LS 205)
“Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social …” (LS 206)
[…]
“La conversión implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal” […]
(LS 220)
Señor, dame tu fuerza para:
ser capaz de desenmascarar la hipocresía,
aprender de la incoherencia de los que se equivocan,
mirarme al espejo antes de condenar al hermano y ser humilde, empática y bondadosa.
Que no levante el dedo inquisidor porque yo también cometo errores.
Aleja de mí la difamación pública, la condena sin juicio.
Ayúdame a no juzgar y perdonar como TÚ lo haces.