LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”. (Jn.1,14)
El Misterio de la Debilidad y la Fuerza en el Camino de Dios
El nacimiento de Jesús en Belén, en la simplicidad de un pesebre, revela el misterio de un Dios que se hace pequeño, vulnerable, y humano. En esa fragilidad se esconde una fuerza que transforma el mundo. El Salvador no elige la riqueza ni la grandeza terrena, sino el humilde abrazo de la pobreza y el amor de una familia sencilla. En la debilidad del pesebre, Dios nos enseña que el verdadero poder no está en la ostentación, sino en la entrega total y en la confianza absoluta en el Padre.
De manera similar, Mary Ward, tras un extenuante viaje a pie por los Alpes para cumplir lo que intuía era llamada de Dios, muestra una fortaleza que brota de una fe inquebrantable. Aunque físicamente cansada y desgastada, llega a Roma un 24 de diciembre. Su recorrido no solo fue un desplazamiento físico, sino un acto de fe y profunda confianza en Dios.
Ambos momentos —el Pesebre y la llegada de Mary Ward a Roma— nos recuerdan que la verdadera grandeza no se encuentra ausente de dificultades, sino en la capacidad de abrazarlas como parte del camino. Dios siempre llevará a cabos su plan si le hacemos sitio. Así como Jesús eligió la debilidad para revelarse al mundo, y Mary Ward aceptó la fatiga del viaje para cumplir su vocación, somos llamadas a descubrir la fuerza que surge en nosotras cuando nos abandonamos en Dios y seguimos adelante, aun en la adversidad.
En este tiempo de Navidad, contemplemos el pesebre y pensemos en los Alpes que cada una debe atravesar para llegar hasta él. Que nuestra fuerza se renueve en la debilidad asumida con confianza, y que como Mary Ward, caminemos con la certeza de que Dios siempre llevará a buen fin su obra.