EL CAMINO DE EMAÚS

El episodio del camino de Emaús es un buen ejemplo de generosidad para todos los seguidores de Jesús. Al principio parece tomarse la muerte de Jesús casi demasiado a la ligera. «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe las cosas que han sucedido allí en estos días?», le preguntan. Uno casi puede imaginarse a Cleofás añadiendo: «¿Dónde has estado?». Jesús se lo toma con calma y les deja hablar, pero luego cambia el rumbo y les hace escuchar. Poco a poco, se les va haciendo la luz.

Los discípulos hicieron una cosa bien en esta historia, algo tan aparentemente insignificante que sería fácil pasarlo por alto. Ofrecen hospitalidad a Jesús. Jesús bendice este pequeño acto de generosidad con la revelación de su presencia. Al partir el pan, por fin le reconocen. Cuando ofrecemos hospitalidad, Dios la utiliza no sólo como un medio de servir a quienes necesitan un refrigerio, sino también como una invitación a experimentar la presencia de Jesús en nosotras mismas.

Al dirigir un centro de desarrollo para mujeres, podemos inspirarnos en todo lo que Jesús hizo y enseñó en el contexto de nuestro hermoso mundo, lleno de vida y amenazado. La resurrección tiene lugar en los cuerpos y se encuentra en y a través de los cuerpos. Y el encuentro no se limita a los cuerpos humanos, sino a otras formas de vida y materia que nos rodean. El camino de Emaús nos muestra más claramente que estamos inmersas en la comunión del planeta y del cosmos. Podemos dejar que nuestro corazón arda en nuestro interior mientras caminamos con el Resucitado y que nuestros ojos se abran con palabras y acciones de gratitud y en el sencillo pero sagrado ritual de partir y compartir el pan en hospitalidad.

El repentino paso del ciclón Yaku en los últimos días por la costa y el norte de Perú ha provocado una catástrofe natural que ha dejado miles de damnificados y la declaración de emergencia. En el asentamiento humano de Huyacán, donde viven miles de familias en barrios marginales, la situación es devastadora. Las familias lo han perdido todo. Sus casas han desaparecido, no tienen agua, las calles están en mal estado. El cerro se ha convertido en un lodazal y el flujo de agua que baja por el cerro es cada vez más intenso. Son las propias comunidades las que están llevando agua y empezando a reconstruir las casas de las familias más afectadas por el ciclón.

Cuando salimos de nuestra zona de confort para acercarnos a la gente necesitada también podemos encontrar a Jesús en nuestra vida. El ciclón Yaku es otra oportunidad para abrir los ojos a nuestra interconexión como comunidad en el planeta.

En el contexto del ciclón, la actitud de estos discípulos en el camino de Emaús nos enseña a correr el riesgo de abrirnos a los necesitados, a los sintecho, a los marginados, aunque no los conozcamos, y sobre todo a compartir su sufrimiento, su decepción y su vida, como Jesús compartió su vida con nosotras y por nosotras.

Deepa Diswas IBVM, Perú

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