VIERNES SANTO
Juan 18,1 – 19,42
Los capítulos 18 y 19 del Evangelio de San Juan narran la historia de la Pasión y Muerte de Jesús. A diferencia de los otros tres evangelistas, Juan no relata la Agonía en el Huerto. Su relato comienza con Judas trayendo una cohorte para encontrar a Jesús e incluye a muchos personajes que desempeñaron su papel en el viaje de Jesús desde el valle del Cedrón hasta el Calvario. Me gusta imaginarme a mí misma en este viaje y preguntarme qué personaje sería yo.
La primera reacción de Pedro fue defender a Jesús. Desenvainó su espada y atacó al criado del sumo sacerdote. Al principio fue leal, pero se equivocó. Más tarde, el miedo se apoderó de él y, cuando le preguntaron si era discípulo de Jesús, respondió: «No lo soy».
Anás envió a Jesús a Caifás, el sumo sacerdote, que lo entregó a Pilato y así se transfirió la responsabilidad de su destino. Pilato dijo «No encuentro ningún caso delito en él» y ofreció liberar a Jesús, pero la multitud gritó pidiendo la liberación del bandido Barrabás y advirtió a Pilato con las palabras «Si lo liberas no eres amigo del César». Jesús fue entregado para ser crucificado.
Entonces, ¿quién soy yo en este camino? ¿Puede flaquear mi lealtad a los demás ante la presión, el miedo o la ansiedad? ¿Puede la voz que más grita influir en mis convicciones? ¿Estoy dispuesta a pasar la responsabilidad de las decisiones a otros en lugar de defender lo que es justo? ¿Cuál es mi postura ante la Justicia?
Junto a la cruz de Jesús estaban María su madre, María la mujer de Cleofás, María de Magdala y «el discípulo a quien Jesús amaba». Sólo su firme amor a Jesús pudo ayudarles a soportar el horror que estaba teniendo lugar.
¿Cómo reacciono ante los horrores de hoy? ¿Cómo tiendo la mano a quienes sufren? ¿A quienes sufren a causa de la pobreza, el tráfico de personas, la guerra, el desplazamiento de su hogar y de su país, la injusticia de cualquier tipo?
Tras la muerte de Jesús, José de Arimatea, asistido por Nicodemo, que habían sido discípulos secretos (Juan 3:1 y Juan 19:38) porque temían a los judíos, celebró el rito judío habitual del entierro. Los acontecimientos del Viernes Santo debieron convertir su miedo en verdadero discipulado, ya que tuvieron el valor de reclamar el cuerpo de Jesús y prepararlo para la sepultura.
En tiempos difíciles, ¿huyo o busco y encuentro el valor para hacer lo que es justo? En esta Semana Santa recemos para tener el valor de ser seguidoras de Jesús verdaderamente comprometidas.
Ita Moynihan IBVM, Irlanda