ASCENSIÓN
Cuando lo vieron, se postraron. Sin embargo, dudaron.
Los discípulos se postran a los pies de Jesús y al mismo tiempo dudan. Parece extraño. Debo decir que yo personalmente he experimentado un sentimiento similar. Creo que Jesús ha resucitado, que ha vencido a la muerte, pero aun así hay momentos en la vida en los que una incertidumbre se cuela en tu corazón. Sí, porque casi todos los días y también por la noche oyes una espantosa sirena antiaérea y sabes que esa sirena trae la muerte. Ves los cementerios que no son lo bastante grandes para enterrar a todos. Ves a los dos hermanos que se han convertido en enemigos y se matan con odio y extrema crueldad. Miras a los ojos de los niños tristes y asustados… Dudas porque el dolor que sientes es demasiado grande.
Por otra parte, la duda no siempre es algo negativo. Porque empiezas a buscar, a analizar, a hacerte preguntas. Y entonces, llega el momento en que tu corazón indignado, afligido, con un llanto agónico en su interior, empieza a callar y sólo observa lo que ocurre, sin emitir juicio alguno. En ese momento de silencio interior eres capaz de escuchar dentro de ti un susurro dulce y afectuoso: …a mí se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra… Yo estoy contigo todos los días, hasta el fin del mundo…
Increíble, pero esa voz tranquila y agradable es más poderosa que el espantoso grito de la muerte. Y mi corazón se derrite lenta, lentamente y se llena de alegría ante la presencia del Señor resucitado. ¿Cómo podría dudar? La muerte sólo odia y destruye. La vida crea porque ama. Jesús no se aleja, al contrario, abre una nueva dimensión de la Vida.
Benedicto XVI escribió: «La Ascensión no es una partida a una parte lejana del cosmos, sino que es la cercanía permanente que los discípulos experimentan tan intensamente que de ella derivan alegrías duraderas».
Xenia Krainiak CJ, Ucrania