El bien y el mal, cuestiones existenciales, vitales en el ser humano. No podemos encerrarlos en una doctrina, en una religión, en una cultura pues perderían su valor universal, su valor moral que nos unifica a todos los seres humanos. Quizás como dice Mary Ward si los dirigentes políticos, la ciudadanía de a pie, toda persona más allá de su creencia, todos/as y cada uno/a en nuestro ámbito sea el que sea buscásemos el “amar la verdad y practicásemos la justicia” conseguiríamos ese desarrollo mundial.

Dichosos los que trabajan por la paz porque ellos serán hijos de dios

“Y el pueblo que andaba en tinieblas…”

Siempre hay esperanza, y personas capaces de sembrarla. De las cenizas de la guerra, la marginación, la injusticia, también surge la luz que nos trae Jesús. Mary Ward nos llama a estar arraigados en este Dios de la justicia, a ser profetas valientes dispuestos a asumir riesgos. Nos invita a ir más allá de nuestros límites hacia donde la

necesidad sea más grande, a vivir las virtudes del Alma Justa de libertad, justicia y sinceridad.

Que esta Nochebuena no nos baste con desear la paz, sino que empecemos a trabajar por ella. Que nuestro vivir sea ponernos en camino, nuestra cultura la no violencia, nuestra Estrella el Evangelio, nuestra fuerza la solidaridad, nuestra confianza la bondad de la gente, nuestro mundo justicia, libertad y paz y nuestra oración saber amar y ser amados.

Como decía el poeta: Que en esta noche inventemos las velas (no sólo arde a cera), a ver si así se desvela la pobre y lejana paz que da con el hombre en tierra… con el hombre y con su buena voluntad.

¡FELIZ NAVIDAD!

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