Maria Jose, una enfermera de la planta Covid de un hospital donostiarra, nos cuenta lo duro que se le está haciendo ir a trabajar durante la pandemia. Son muchas horas que tiene que estar trabajando con los trajes de protección, mucho sudor que se mezcla con lágrimas de impotencia. Muchos días, en los que al regresar ve camas vacías, que han sido desalojadas en sus horas de descanso, camas que se vuelven a llenar de inmediato.

Pero lo que todavía no puede soportar es el saber que para muchos de esos enfermos será la última persona que vean en esta vida. Enfermos que intenta acompañar y dar un trato digno en sus últimas horas. Minutos, horas, que pasa del tiempo que no tiene. Paradas, que hace en su ajetreada labor, para intentar humanizar esta situación tan inhumana.

Pero estos momentos también van acompañados de altas de enfermos, en las que la felicidad del trabajo bien hecho, de prórrogas de vidas, de nuevas oportunidades… dan sentido a la vida. Sonrisas de despedida, de gracias… que cargan las ya gastadas pilas y le ayudan a seguir trabajando día a día.

Mary Ward dijo «No dejes pasar un día sin vencerte heroicamente a ti misma».

«En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.» Mt 25, 40

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