La Cumbre del Clima de Bakú, en Azerbaiyán, ha comenzado esta semana y se prolongará hasta el 22 de noviembre.
A pocos días de la tragedia humanitaria que la pasada DANA provocó en Valencia, sobrecogidas todavía por el dolor y la pérdida que tantas personas están sufriendo, queremos expresar nuestra preocupación sobre los efectos del cambio climático. Y también aportar algunas claves para entender en qué temas están centradas las negociaciones que tendrán lugar en la COP 29 y qué trascendencia tienen para el bien común de la humanidad, el desarrollo integral actual y para garantizar una vida sostenible a las generaciones futuras.
Por más que haya voces escépticas empeñadas en negar su validez, las evidencias científicas respaldan que la solución al cambio climático es la eliminación rápida y gradual de los combustibles fósiles en todos los sectores. También la Iglesia, con la aportación que la encíclica Laudato Si´ y la exhortación Laudate Deum han hecho a la Doctrina Social, se une a este clamor universal por la necesidad urgente de una transición hacia las energías renovables.
Según los datos arrojados por los expertos, si se mantienen las políticas climáticas actuales, el mundo se dirige a un calentamiento de 2.7º para final de siglo. Muy lejos del Acuerdo de París de 2015, que situaba el límite máximo permisible a 1.5º. Cada año se baten récords de temperaturas medias globales, y tristemente también de fenómenos climatológicos adversos y sus desastrosas consecuencias.
Es deseable que en la COP 29 haya un consenso vinculante de los Estados Partes de la Convención por reorientar los planes climáticos a conseguir el objetivo de París, apoyando financieramente a los países menos desarrollados, y también históricamente menos contaminantes, con los que tenemos una deuda ecológica.
Para ello, se discutirá sobre una herramienta financiera llamada Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado ( NCQG, por sus siglas en inglés), que es necesaria para dotar de presupuesto a las políticas climáticas de los países, en especial de aquellos con más dificultades económicas. La cantidad de 100.000 millones de dólares anuales, acordada pero no debidamente cumplida, es insuficiente.
Las organizaciones de la sociedad civil, también las de la Iglesia, subrayan la importancia de que este esfuerzo económico no suponga un aumento de la deuda en los países en desarrollo, incluso sugieren la condonación de la misma, para permitir que los presupuestos públicos puedan incluir medidas de adaptación y mitigación de los daños de la crisis climática.
Tenemos esperanza en que esta nueva cumbre mundial del clima sea el escenario del compromiso necesario a todos los niveles para que la acción climática sea eficaz y justa.
Para más información, consultar el seguimiento que se está haciendo desde el Depto. de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española.